De la competencia a las asociativas
Hoy día, muchas cosas han cambiado en el mundo de los negocios.
Los consumidores ya no son los mismos, para comenzar; por ejemplo, los que más peso tienen en cuanto a decidir las tendencias, son los menores de treinta años y sobre todo los llamados millenials.
En segundo lugar, las empresas del sector terciario (empresas de servicio) han crecido hasta el punto de que representan en muchos países más del 50% de la economía.
Los medios para publicitarse ya no son los mismos: los tradicionales (prensa, radio, televisión) son menos buscados, porque los jóvenes prefieren pasar tiempo en redes sociales (Facebook, Instagram, you Tube, entre otros)
En este contexto, no es de extrañar que también la concepción de competitividad esté comenzando a redefinirse. Ya se habla de una economía colaborativa, en lugar de competitiva, donde las empresas no luchan unas contra otras para ser la más fuerte.
La competitividad se define como la capacidad que tiene una persona, un equipo, una organización o empresa, incluso un país, para lograr una posición destacada dentro su ámbito y con respecto a sus competidores. Aplicada al panorama empresarial, una empresa se considera competitiva cuando su rentabilidad es superior a la de sus principales competidores directos.
De esta manera se entiende que una empresa es más competitiva en cuanto abarca una mayor cuota del mercado que le corresponde, gracias al desarrollo de sus ventajas competitivas. La ventaja competitiva para una empresa puede tener que ver con el mejor precio, la mayor calidad o el hecho de ser el único en la plaza que oferta el producto o servicio, o el único que lo ofrece a un nicho particular.
Actualmente, se habla de que la economía está evolucionando de un modelo competitivo a un modelo de economía colaborativa. Aunque todavía no hay un acuerdo con respecto a lo que esto significa, al parecer se está gestando un cambio en la manera de relacionarse las empresas, todo esto gracias al auge de las nuevas tecnologías de la comunicación.
En tal sentido, se percibe cada vez una mayor tendencia en las organizaciones empresariales a no competir entre ellas, como si se tratara de depredadores que quieren matarse los unos a los otros, sino que se intercambian experiencias, colaboran las unas con las otras y hasta crean alianzas para el desarrollo de grandes proyectos en los que no podrían trabajar por separado.
Ser competitivas en el mercado, hasta el día de hoy, parecía la única vía de lograr ser rentables para las empresas; asumiendo que una cosa va de la mano con la otra. En los actuales paradigmas de la economía, las empresas parecen más interesadas en dejar de competir, entendiendo que entre ellas puede establecerse una relación de asociatividad, donde es posible ganar-ganar para todos.